La primera verdad: "Pienso,
existo"
Lectura, reflexión y debate
Las "Meditaciones metafísicas"
Comienza Descartes las "Meditaciones metafísicas" planteando
la situación en la que él personalmente se encuentra respecto al conocimiento.
Habiendo hallado, en el que creía poseer, más motivos de duda que de certeza,
se propone investigar a fondo la cuestión, a fin de determinar si hay algo
verdadero en el mundo y, en caso contrario, al menos tendrá la certeza de que
no hay en absoluto ninguna verdad. El método que se propone aplicar se basa en
la duda, de modo que considerará falso todo aquello en lo que se encuentre el
menor motivo de duda; no se trata, pues, de que Descartes se convierta en un
escéptico: se trata de la llamada "duda metódica" (o también
"hiperbólica", por lo exagerado, a veces, de la misma) que, como
veremos, conducirá al dogmatismo.
Correlativamente a
la aplicación de la duda como método de investigación subraya Descartes la
búsqueda de la certeza como su objetivo. Considera que un conocimiento, para
ser tomado como verdadero, ha de poseer la característica de la certeza, que
viene a significar una especie de seguridad en la verdad del conocimiento. Para
poner un ejemplo, a todos nos parece verdadera la proposición 2 + 2 = 4; pues
bien, Descartes exigirá además que estemos seguros de la verdad de esa
proposición para poder considerarla como un conocimiento verdadero. La certeza
viene a significar, pues, la seguridad en la verdad de nuestros conocimientos.
Por consiguiente, la menor sombra de duda hará desaparecer esa certeza y
Descartes considerará necesario asimilar dicho conocimiento a un conocimiento
falso. Habrá que examinar, pues, si lo que hemos tomado hasta ahora por
conocimientos verdaderos poseen o no esa característica, y pueden o no ser
sometidos a duda. No será necesario examinarlos todos; bastará examinar los
principios en que se fundan y, del mismo modo que un edificio se derrumba si
fallan sus cimientos, el edificio del saber se derrumbará si los principios en
que se funda resultaran ser dudosos.
1. La duda
Descartes dedicará la primera meditación a examinar los principales
motivos de duda que pueden afectar a todos sus conocimientos.
A) Los sentidos se presentan como la principal fuente de nuestros
conocimientos; ahora bien, muchas veces he constatado que los sentidos me
engañaban, como cuando introduzco un palo en el agua y parece quebrado, o
cuando una torre me parece redonda en la lejanía y al acercarme observo que era
cuadrada, y situaciones semejantes. No es prudente fiarse de quien nos ha
engañado en alguna ocasión, por lo que será necesario someter a duda y, por lo tanto,
poner en suspenso (asimilar a lo falso) todos los conocimientos que derivan de
los sentidos. Puedo considerar, pues, que no hay certeza alguna en esos
conocimientos, y considerar falsos todos los que se deriven de los sentidos.
B) Sin embargo, podría parecerme exagerado dudar de todo lo que
percibo por los sentidos, ya que me parece evidente que estoy aquí y cosas por
el estilo; pero, dice Descartes, esta seguridad en los datos sensibles
inmediatos también puede ser puesta en duda, dado que ni siquiera podemos
distinguir con claridad la vigilia del sueño, (lo que nos ocurre cuando creemos
estar despiertos o cuando estamos dormidos). ¿Cuántas veces he soñado
situaciones muy reales que, al despertarme, he comprendido que eran un sueño?.
Esta incapacidad de distinguir el sueño de la vigilia, por exagerado que me
parezca, ha de conducirme no sólo a extender la duda a todo lo sensible, sino
también al ámbito de mis pensamientos, comprendiendo las operaciones más
intelectuales, que en absoluto parecen derivar de los sentidos. La indistinción
entre el sueño y la vigilia me lleva a ampliar la duda de lo sensible a lo
inteligible, de modo que todos mis conocimientos me parecen ahora muy
inciertos.
C) Aun así, parece haber ciertos conocimientos de los que razonablemente
no puedo dudar, como los conocimientos matemáticos. Sin embargo Descartes
plantea la posibilidad de que el mismo Dios que me he creado me haya podido
crear de tal manera que cuando juzgo que 2+2 = 4 me esté equivocando; de hecho
permite que a veces me equivoque, por lo que podría permitir que me equivocara
siempre, incluso cuando juzgo de verdades tan "evidentes" como la
verdades matemáticas. En ese caso todos mis conocimientos serían dudosos y, por
lo tanto, según el criterio establecido, deberían ser considerados todos
falsos.
D) Sin embargo, dado que la posibilidad anterior puede parecer
ofensiva a los creyentes, Descartes plantea otra opción: la de que exista un
genio malvado que esté interviniendo siempre en mis operaciones mentales de tal
forma que haga que tome constantemente lo falso por verdadero, de modo que
siempre me engañe. En este caso, dado que soy incapaz de eliminar tal
posibilidad, puesto que realmente me engaño a veces, he de considerar que todos
mis conocimientos son dudosos. Así, la duda ha de extenderse también a todos
los conocimientos que no parecen derivar de la experiencia.
La duda progresa, pues, de lo sensible a lo inteligible, abarcando la
totalidad de mis conocimientos, a través de los cuatro momentos señalados
anteriormente. No sólo debo dudar de todos los conocimientos que proceden de
los sentidos, sino también de aquellos que no parecen proceder de los sentidos,
ya que soy incapaz de eliminar la incertidumbre que los rodea.
2. La primera verdad : "Pienso, existo"
En la segunda meditación, repasando la perpleja situación en la que se
encuentra al final de la primera, viéndose obligado a dudar de todo, Descartes
se da cuenta, sin embargo, de que para ser engañado ha de existir, por lo que
percibe que la siguiente proposición: "pienso, existo",
("cogito, sum"), ha de ser cierta, al menos mientras está pensando: "De modo que
luego de haberlo pensado y haber examinado cuidadosamente todas las cosas, hay
que concluir, y tener por seguro, que esta proposición: pienso, existo, es necesariamente
verdadera, cada vez que la pronuncio o la concibo en mi espíritu". Esa proposición
supera todos los motivos de duda: incluso en la hipótesis de la existencia de
un genio malvado que haga que siempre me equivoque, cuando pienso que 2 y 2 son
cuatro, por ejemplo, es necesario que, para que me equivoque, exista. Esta
proposición, "pienso, existo" se presenta con total claridad y
distinción, de modo que resiste todos los motivos de duda y goza de absoluta
certeza. Es la primera verdad de la que puedo estar seguro, de la que puedo
decir que es evidente. Dado que las características con la que se me presenta
tal evidencia son la claridad y distinción, estas dos propiedades las
considerará Descartes como las características que debe reunir toda proposición
para ser considerada verdadera.
Se ha discutido en numerosas
ocasiones si Descartes pretende deducir la existencia del pensamiento. De
hecho, en el Discurso del método la proposición que él mismo formula,
"pienso, luego existo" da lugar a pensar que Descartes pretende
deducir la existencia del pensamiento, observación que ya fue realizada por
Gassendi y que el mismo Descartes se encargó de refutar. No obstante, la
expresión que utiliza posteriormente en las meditaciones, "pienso,
existo", y la exposición detallada del momento en que formula esa
proposición parece dejar claro que se trata de una intuición, de la intuición
de la primera evidencia, de la primera verdad que se presenta con certeza y que
supera todos los motivos posibles de duda. Esa primera verdad aparece
súbitamente mientras Descartes está recordando la meditación anterior y
repasando los motivos que tenía para dudar de todas las cosas; de un modo
inmediato, pues, percibe con claridad que para pensar tiene que existir, y que
la proposición que expresa esa "intuición" ha de ser necesariamente
verdadera.
Una vez descubierta ésa primera verdad, Descartes se propondrá
reconstruir sobre ella el edificio del saber y, al modo en que operan los
matemáticos, por deducción, tratará de extraer todas las consecuencias que se
siguen de ella.
3. El análisis del yo y sus consecuencias
¿Qué soy yo? Una cosa que piensa dirá Descartes. ¿Y qué es una cosa que
piensa?. Una cosa que siente, que quiere, que imagina... Descartes atribuye al
pensamiento los caracteres de una sustancia, haciendo del yo pienso una
"cosa", a la que han de pertenecer ciertos atributos. La duda sigue
vigente con respecto a la existencia de cosas externas a mí, por lo que el
único camino en el que se puede seguir avanzando deductivamente es el del
análisis de ese "yo pienso" al que Descartes caracteriza como una
sustancia pensante, como una cosa que piensa. ¿Qué es lo que hay en el
pensamiento? Contenidos mentales, a los que Descartes llama "ideas".
La única forma de progresar deductivamente es, pues, analizando dichos
contenidos mentales, analizando las ideas.
Distingue Descartes tres tipos de ideas: unas que parecen proceder del
exterior a mí, a las que llama "ideas adventicias"; otras que parecen
haber sido producidas por mí, a las que llamara "ideas facticias"; y
otras, por fin, que no parecen proceder del exterior ni haber sido producidas
por mí, a las que llamará "ideas innatas". Las ideas adventicias, en
la medida en que parecen proceder de objetos externos a mí, están sometidas a
la misma duda que la existencia de los objetos externos, por lo que no puede
ser utilizadas en el avance del proceso deductivo; y lo mismo ocurre con las
ideas facticias, en la medida en que parece ser producidas por mí, utilizando
ideas adventicias, debiendo quedar por lo tanto también sometidas a duda. Sólo
nos quedan las ideas innatas.
Actividad : hermenéutica del texto en grupos y debate.