EVALUACIÓN LENGUA
CASTELLANA 9°/ TERCER PERIODO
LECTURA
SIMÓN EL MAGO
Entre
mis paisanos criticones y apreciadores de hechos es muy válido el de que mis padres, a fuer de bravos y
pegones, lograron asentar un poco el geniazo tan terrible de nuestra familia.
Sea que esta opinión tenga algún fundamento, sea un disparate, es lo cierto que
si los autores de mis días no consiguieron mejorar su prole no fue por falta de
diligencia: que la hicieron, y en grande.
¡Mis
hermanas cuentan y no acaban de aquellas encerronas de día entero en esa
despensa tan oscura donde tanto espantaban! Mis hermanos se fruncen todavía al
recordar cómo crujía en el cuero limpio, ya la soga doblada en tres, ya el
látigo de montar de mi padre. De mi madre se cuenta que llevaba siempre en la cintura,
a guisa de espada, una pretina de siete ramales, y por puro lujo: que a lo
mejor del cuento, sin fórmula de juicio, la blandía con gentil desenfado,
cayera donde cayera; amén de unos pellizcos menuditos y de sutil dolor con que
solía aliñar toda reprensión.
Estos
rigores paternales, ¡bendito sea Dios!, no me tocaron.
¡Sólo
una vez en mi vida tuve de probar el amargor de látigo!
Con
decir que fui el último de los hijos, y además enclenque y enfermizo, se
explica tal blandura.
Todos
en la casa me querían a cuál más, siendo yo el mimo y la plata labrada de la
familia; ¡y mal podría yo corresponder a tan universal cariño cuando todo el
mío lo consagré a Frutos!
Al
darme cuenta de que yo era una persona como todo hijo de vecino, y que podía
ser querido y querer, encontré a mi lado a Frutos, que, más que todos y con
especialidad, parecióme no tener más destino que amar lo que yo amase y hacer
lo que se me antojara.
Autor,
Tomás Carrasquilla, Cuento.
- Se corrigió la evaluación y se relacionaron algunos puntos con las características de costumbrismo visto en clase.
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